Un sueño al que llamé felicidad
Esté es la vereda más dolorosa por la cual pase, entrando a un extraño mundo, el de la soledad. Subir a la colina, sentir el viento y la brisa del mar en mi rostro, es algo sensacional, llena el espíritu, el alma, pero luego caigo a la razón de que estoy solo, que ese momento de alegría es ficticia, que no podré correr a contarle a un ser amado lo feliz que fui por unos minutos. Eso es, el dolor de la soledad, sentirme vivo, pero ¿Para quién?, me derrumbo poco a poco, sintiendo vanos sentimientos, hasta el más puro de los dones envilece en esté que es mi mundo, no tiene razón de ser, no hay nadie con quien compartir, y vuelven a mi mente esos pensamiento obsesivos, el de la muerte, que más da si estoy muerto en vida, un cuerpo sin alma, una vida sin destino. En mi baúl solo llevo recuerdos, aquellos de los días más felices de mi vida, pero sé que jamás he de volver a verlos renacer. En uno de tantos, deje mi corazón. Te puedes imaginar como es mi encierro, atado a un cuerpo, a mi mundo, creó que no, son muchos años de sufrimiento, pero hoy siento la brisa calida de un ayer que destruyo mi vida, y lo hizo para siempre, si supieras cuantas miradas hay en mi mente, y yo, sintiendo la brisa, viendo las almas pasar frente a mi única compañera, la soledad. Recuérdame por lo que fui, no por lo que soy, o en lo que me convertí. Recuerda mi sonrisa, mis ilusiones, mi alegría, todo, cuando todavía eran mías. En un pequeño cofre un día te las entregue, más no supe de ellas, la noche cayo tan rápidamente en mi ser, que ya no volví a encontrar la paz, ni la tibieza de aquellos años, de aquel sentir, de un mundo de colores, al que llamé felicidad.
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